martes, 16 de agosto de 2011

Tercera Parte

Asiento con la cabeza, y los chicos dejan de fijarse en mi y comienzan a hablar entre ellos.
- A las once debemos estar donde John, y tú debes dormir...- Al oír esto, el otro joven, Tom, se queja y puedo percibir un olor a alcohol bastante fuerte. Entretanto, la morena, expectante, se cansa y se marcha entre la gente mientras Matt trata de convencer a Tom. Éste niega muchas veces, pero al final se deja convencer, y mi acompañante le pregunta por el tercer chico que entró con ellos en el bar de Jimmy.
-Se fue tras dejarme aquí.- Dice con dificultades por la cantidad de alcohol que lleva en la sangre.- No quería venir de fiesta y además le apetecía hablar con Lía.
-Y bien que hizo...¡vámonos! Sabes que como nos vea Hugo no salimos hasta que cierren.
Y sin mediar más palabra, me toma de la mano de nuevo y nos dirigimos hacia la salida, esta vez con Tom detrás.
Una vez fuera, con una iluminación decente, comprobamos que su estado no es lamentable, pero roza ese límite muy de cerca. Por ese mismo motivo, Matt me invita a ponerme en el asiento delantero con él.
-Si se pone aquí conmigo, no me deja conducir y me estresa. Además, si se tumba en los asientos traseros, puede dormir un poco, y tú me das conversación.
- Si conversación es lo que deseas, llámame cuando quieras, y te aturullo la cabeza un rato...
Sonríe y me abre la puerta del copiloto. Yo le devuelvo la sonrisa y me pongo el cinturón, mientras él, se monta y pone en marcha el coche.
-De frente por Brooklyn, la primera a la izquierda hacia el Bronx y después, a la izquierda de nuevo, Ravenwood Street 81.
-Eso está cerca de la casa del Goonie...- comenta pensativamente, y yo le miro sin comprender nada. A juzgar por mi expresión, entiende que no me he enterado de nada y procede a explicarse.-Se llama John, hemos hablado de él antes, pero le llamamos Goonie, por que estábamos un día en su casa, apareció su novia Lía, y llamó a la puerta, diciendo "pequeño goonie, abréme".
Asiento sonriendo, y él vuelve a hablar. Mientras, yo miro mi reloj despreocupadamente. Son las cinco y media de la mañana. Entonces Matt me llama y me pide que de la caja de tabaco que lleva en la guantera del coche, saque un cigarro y se lo encienda. Le miro desconcertada, pero su expresión no deja dudas, y yo hago lo que me dice. Una vez que el cigarro está humeando, lo coloco sobre sus labios y él le da una rápida calada. Luego, sonríe para si mismo, y saca la mano por la ventanilla para tirar la ceniza. Seguidamente me ofrece, pero yo niego. Fumando tan feliz, conduce siguiendo mis instrucciones, y delante de la puerta de mi edificio, para, y yo me bajo. Me asomo por la ventanilla del copiloto y le doy las gracias jugueteando con mis llaves, y voy hacia la puerta. Justo antes de introducir las llaves por la ranura, caen al suelo, y las recojo con un simple movimiento, sin flexionar las rodillas para agacharme. Después el coche arranca y se marcha a toda velocidad.
Distingo a ver los faros traseros al torcer la esquina más cercana, justo cuando entro en el portal.

Vivo en el ático de un gran bloque de pisos grises y modernos, en el cual, mis padres han hecho una reforma "reciente". Han unido el último piso, (donde viven ellos, y antes vivía yo) con el ático, por una escalera en el interior de la casa, aunque han instalado una puerta de entrada normal para dejarme mi propio espacio. Por supuesto yo no quería estar unida a mis padres, pero los vecinos, se pusieron en contra de que yo viviera sola en el ático, pues saben de mi, y como soy, y temen que organice “demasiadas fiestas”. Lo que no saben es que para ir de fiesta lo mejor son las calles de Nueva York.

Divagando sobre el extraño joven, Matt, llamo al ascensor, y sin esperar a que venga, me bajo de los tacones, y los cojo, mientras con la otra mano me desabrocho el abrigo. Aún puedo notar el agradable aroma del coche del joven, así que mientras subo al ascensor, sonrío para mi misma, y cuando me quiero dar cuenta, ha llegado a la última planta, así que me bajo e introduzco otra de las llaves en la cerradura de la casa de mis padres.
Una vez dentro, cierro con suavidad, para no despertarles, sigo el pasillo hasta llegar al salón, y en el sofá blanco de cuero, dejo mi abrigo y a un lado, suelto mis zapatos.
Demasiado cansada para guardarlo, voy hacia el fondo de la sala, dónde hay incrustada una puerta de entrada como la que acabo de pasar al salir del ascensor. La puerta de mi casa. De nuevo, meto la llave en la cerradura, y la abro, para llegar a dar con unas escaleras no muy altas, que dan al ático en el que vivo, todo perfectamente dispuesto para vivir independientemente.
Una vez subidos los escalones, cruzo la bonita cocina azul marino, y llego a mi cuarto, con una gran cama, blandita y múllida que me invita a tumbarme en ella, y sin cambiarme de ropa, me acomodo y me sumerjo en un extraño sueño que tiene que ver con unos ojos azules cristalinos, sin rastros de pupila, y una mortífera sonrisa de dientes afilados y puntiagudos.

miércoles, 3 de agosto de 2011

Segunda parte.

Presiona un botón, y las luces de un coche cercano se encienden una vez. Sin tirar su cigarrillo, a medio consumir sobre sus labios, se sube en el asiento del conductor, baja la ventanilla del copiloto y me mira. Se aparta el cigarro y me invita a subir, mientras le miro con una ligera vergüenza.

-Venga, sube. - Le miro, recelando de su repentina confianza, poco segura de si subir al coche o no.- Si te da corte que el coche huela a tabaco, o se llene de ceniza, no importa, pues yo suelo fumar mientras conduzco.

Aún dudosa, abro la puerta y me siento en el cómodo asiento de cuero. Es confortable, y de un color beige, muy bonito. Efectivamente, huele a tabaco, pero no en exceso, ya que tambien, percibo el aroma de la colonia del joven que va a mi lado, y otro perfume, también de chico, pero diferente y algo más fuerte. Dentro del coche, con las cálidas luces, es agradable, en conjunto con la mezcla de todas las fragancias, y la compañía del simpático chico.
Saco el brazo por la ventana, para tirar la ceniza, y mientras, él pone el coche en marcha, y me llevo de nuevo el cigarrillo a los labios.
Enseguida nos topamos con un semáforo en rojo, y mi acompañante, aprovecha para sacar su Blackberry y teclear un rápido SMS. Lo envía, y varios segundos más tarde, le llega la respuesta. Guarda su caro teléfono, yo termino mi cigarrillo y lo tiro al asfalto. Subo la ventana y le miro, pues me ha llamado.

-Nikka, no me has dicho dónde vives, y si no lo sé, no puedo llevarte a casa. ¿No lo harás a propósito?- Le miro enarcando una ceja.

-Me llamo Verónikka.- Respondo. Automáticamente me doy cuenta de que mis labios han actuado diciendo una cosa mientras mi cabeza pensaba otra. Me pasa continuamente.
Se queda mirándome fijamente y cuando el semáforo cambia a verde, acelera y pienso que quizás he sido un poco borde.- Quiero decir... Me llamo Verónikka con una ligera y sutil pronunciación en la Ka. Si, mi nombre se escribe con dos "k", y no por que yo sea así de guay, si no por que mis padres son así de raros... Algunos me llaman Vero, pero casi todo el mundo de por aquí me llama Nikka.

Ríe.

-Pues discúlpeme señorita. Es la primera vez que la veo, y debo admitir que no conocía ese aspecto tan curioso de su nombre.

-¡Argh, tonto!- Exclamo poniendo los ojos en blanco, y mientras me cruzo de brazos, pongo los pies en el salpicadero.

-Oye, Nikka, ¿te importa que paremos antes? Debo ir a buscar a mi hermano al "Dolce Nights". Ya sabes, acaba de cumplir los 18 y le va demasiado la fiesta y esas cosas, y me temo que como no vaya a buscarlo, se meterá en líos...

Sigue de frente, mientras me lo explica, y según parece vamos a la Quinta Avenida, pasando por delante del Central Park, pero de repente gira a la izquierda, y entramos en una calle, muy iluminada, cercana del Ritz, desde la cual se ven las luces del lujoso hotel compitiendo con las del club de élite, cuya puerta está delante del coche. Pone en brillante neón: "Dolce Nights"

-Mi hermano está ahí dentro, ¿Me acompañas?- Dice con una amable sonrisa y yo, aceptando su propuesta, me bajo del coche junto a él, entramos al club y distintas personas se acercan al joven a saludarle y decirle diferentes cosas de "asuntos importantes" que según los gestos que hace la gente de la élite al verme, no me atañen. Él se deshace de ellos enseguida y nos abrimos paso hacia la barra.- ¡EH ROB! ¿Has visto a mi hermano Tom?

-No, lo siento, Matt, he llegado hace nada, y esto está petado. Pregúntale a Hugo.- El camarero al que se ha dirigido se encoge de hombros, y Matt, hace un gesto quitándole importancia a la mención de Hugo. "A lo mejor es alguien demasiado importante para molestarle" Pienso, mientras Matt me sugiere que para no perdernos entre el gentío, le tome de la mano. Por supuesto, me lo propone después de sugerirme que si quiero, puedo irme al coche y esperarle allí, cosa a la que me niego de inmediato.
Afirma con un leve gesto de cabeza, como si fuera algo obvio y me explica:

-Hugo es el dueño del club, y amigo mío, así que no sé en que parte del local estará... Ah, y si pregunta, finge ser rusa, por que como se piense que estoy aquí de fiesta, no salimos hasta que cierren, pero si me ve acompañado de una bella señorita, nos dejará en paz.- Muy buena explicación. Convincente, si señor.
Dentro de ese brillante y sencillo plan me asalta una duda.

-¿Por qué rusa?- Se echa a reír ante mi pregunta.

-Por que si ve que eres americana, te invitará a copas hasta que no te aguantes sobre tu precioso cuerpo, pero si finges ser extranjera, pensará que... Bueno, es más difícil que si nos ve y sabe que tú eres de aquí.- Me sonríe. Tiene una bonita sonrisa. Especial, y que encandila facilmente, Es la primera vez en toda la noche que me fijo en él: Una cara bella y fina, con pómulos altos y marcados, nariz recta y perfecta. Ni chata ni aguileña. unos finos labios que esconden una bonita sonrisa, y sus ojos... Azul cristalino. Más aún que el agua en pleno verano. Lo más azul que he visto en mi vida. Azules enteros. Ni pupila ni nada, todo azul.
"Imposible, estoy alucinando" Pienso, y cuando meneo la cabeza ligeramente, pestañeando, creyendo que era una alucinación mía, vuelvo a mirarle y veo unos ojos normales. Marrones caramelo, con ligeras ramas grisáceas, pero ningún atisbo de azul.
Se da la vuelta y camina entre la gente, y yo le sigo, tratando de no acabar como un precioso sándwich de Nikka, y pensando aún en por que vería yo esos ojos azules...
Apenas se me ha pasado por la cabeza la imagen tan extraña de los ojos completamente azules de Matt y choco con él.
Se ha parado, a observar como un joven, aprisiona a una morena de bote contra una pared, como si quisiera hacerla zumo, mientras busca algo muy querido dentro de su boca.

-¡TOM! ¡COMPORTATE!- Grita mi acompañante para hacerse oir por encima de la ruidosa música. El otro chico gira la cabeza haca nosotros, y con ligeras dificultades, articula una frase "coherente"

-¡Anda! ¡Es la pivona del bar de Jimmy!-"¿Me dice a mi?"

-No, yo serr rrusssaa...-Digo imitando un tosco acento del este de Europa. Ambos chicos me miran con desconcierto, y yo me encojo de hombro con simplicidad.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Primera parte.

Termino de conectar la guitarra al amplificador, estiro mis apretadas medias, y tras comprobar una última vez mi aspecto, subo al pequeño escenario en un perfecto equilibrio sobre mis altísimos tacones y me acerco al micrófono.

No hay mucha gente, pero es lógico, en un garito de mala muerte, a las 3 de la mañana, dudo que haya apenas gente.

Tras presentarme, inicio la pequeña introducción de guitarra eléctrica, y empiezo a cantar. Estoy un poco nerviosa. Es la primera vez que hago esto, y mis rodillas tiemblan un poco, pero tras el primer minuto de nervios, todo pasa.

Sonriente, termino la primera canción, y unos leves aplausos de mi escaso público me animan.

Deseo cantar, y ser conocida, pero primero, debo saber si gusto a la gente y por ello, estoy aquí. Antes de nosotros, había tocado un grupo bastante bueno, y si se junta con que era una hora algo “razonable”, aún había algo más de espectadores.

La puerta, en la zona menos iluminada, se abre y miro hacia atrás, para indicar, con un movimiento de cabeza, la siguiente canción a los chicos de mi grupo.

Dejo un par de compases e inicio, introduciéndome en el ritmo, primero con mi voz, y luego con dos acordes de guitarra. Mido el pulso mentalmente y cuando llego al estribillo, dejo de tocar, para apartar mi instrumento, hacia atrás.

Mis labios rozan con delicadeza la malla del micrófono, mientras inspecciono con la mirada al escaso público, especialmente a los 3 chicos que acaban de entrar, y se dirigen hacia la barra.

Uno de ellos gira la cabeza con interés, y me mira, enarcando una ceja. Mientras, mi voz, que va por libre, continúa cantando. Me fijo en el joven que antes me miraba, y en como les sirven una cerveza a cada uno.

Con diversos cambios de tono e intercalando complicados graves y agudos, finalizo la canción, arrancando aplausos entre el escaso público.

Sonrío agradeciendo su presencia, y bajo del escenario. Como no es un concierto, si no, que simplemente, hacemos música de fondo para los clientes, afinan guitarras, mientras yo me recuesto en la barra.

-Eh, Jim, dame 3 cervezas para los chicos y una sin para mi.

-Ahora mismo, preciosa.- Responde encendiendo un cigarro. Saca 4 botellines. El primero, con una etiqueta verde y los demás, azules. En cuanto abre la mía, bebo un trago para aliviarme la sequedad de la garganta.

-Enseguida vuelvo, que me hago pipí-Comento riendo. Me gusta Jim. Pero no en plan novio, si no, por que me cuida, como si fuera mi padre, al que nunca conocí.

-Vale, pero no tardes, que te esperan.-Dice señalando al resto de mi grupo.

Les miro, y con un gesto a la puerta del baño, me disculpo y entro. Rápidamente me arreglo y acicalo la cara y el cuerpo, y entro al servicio. Cuando salgo, me miro una vez más en el espejo del lavabo y vuelvo a la barra.

Ahí siguen los tres chicos, charlando animadamente, dos de ellos, cigarrillo en mano.

-Tranquilo, Jim, el alma de la fiesta no huye.- Digo recogiendo los botellines. Uno de ellos, ríe y se lleva la cerveza a los labios, sosteniendo su cigarro entre los dedos índice y corazón.

Subo de nuevo al escenario, repartiendo la bebida entre mis chicos, y que luego chocamos, a modo de brindis, mientras me apoyo despreocupadamente en el timbal de la batería.

Meneo la cabeza, haciendo caer mi larga y túpida cabellera rubia, a lo largo de toda mi espalda. Entre los cuatro, decidimos que tocaremos un acústico, y cuando terminamos nuestras bebidas, me siento en el borde del escenario, entregándole a Jim las botellas vacías, que hace un gesto raro, como una media sonrisa que no logro entender.

Micrófono en mano, enrollo el cable con una pequeña vuelta en mi mano y asegurándome de que está encendido, anuncio la siguiente canción. Cuando empiezo a hablar, varias cabezas se giran, aguardando la música.

Me dejo llevar por el sonido sensual de la guitarra española, y, y de fondo, un par de traviesos acordes de la eléctrica, para dar un toque de color. Y como sí de una canción de niños se tratara, canto con toda naturalidad. Voz rota, compleja, que viaja de una escala a otra en segundos, adornando cada frase. Encandilamos al público con la canción, que nos recibe con un sonoro aplauso, y así, una detrás de otra, las distintas melodías, letras y armonías se suceden como una película que enseguida acaba.

A las 5 de la mañana, con Jim terminando de recoger el local, apagando luces y asegurándose de que todo está en orden, le espero en la puerta, envuelta en mi abrigo largo de cuero, para protegerme de la fría noche.

Algunos clientes rezagados, salen seguidos de mi amigo, y dueño del bar y yo, mientras, rebusco en mis bolsillos, y encuentro mi caja de Marlboro, y el mechero. Saco un cigarro, mientras entorno los ojos, para acertar con la bailona llama que sale del encendedor.

-¿No eres muy joven para fumar?- Oigo que me pregunta alguien, y cuando miro, acierto a ver a uno de los chicos de antes, con un cigarrillo entre los dedos, y una sonrisa reluciente en el rostro.

-Sinceramente, dudo que ahora mis padres, según llegue a casa, se pongan a oler a ver si he fumado o no, y además, tengo 19 años.- Digo dando una profunda calada, dejando el filtro manchado del carmín de mis labios. La sonrisa del chico se ensancha ligeramente, y levanta las cejas.

-Supongo que tienes razón…- Dice asintiendo, mientras suelta el humo, dejándolo escapar por sus labios. Abro la boca para responder, cuando el ruido de la persiana de metal del bar nos interrumpe y la voz de Jim se aproxima.

-Nena, como actúes así siempre, el bar se os quedará pequeño.-Comenta, saliendo. Cuando nos vez a ambos hablando, calla de repente, y se dirige a mi.- Nikka, ¿nos vamos?

Titubea. No le gusta que fume.

-Anda, tío Jim- Le encanta que le llame así, aunque no sea mi tío. Lo sé y por eso le hablo así cuando le debo pedir algo.- Déjame terminar el cigarro. Tú más que nadie, sabes lo caro que está el Malboro…

Y también sabe que es una batalla perdida, y hace un gesto con la mano, pasivo, y termina de cerrar el bar.

-Nikka, tú sabes que el último bus hacia tu casa pasó hace una hora, y por aquí no viene ningún taxi…

El chico, hasta entonces había estado callado, pero de repente interviene, haciéndome recordar su presencia de golpe.

-Venga Jimmy, déjala. Si lo que quieres es que llegue sana y salva a casa, yo la llevo. Sabes que mis amigos y yo podemos cuidarla.

Entre tanto, yo apuraba cada calada, para desperdiciar lo más mínimo del cigarro.

-Sólo por que has actuado muy bien, y por que a ti-Señala al chico-te conozco lo suficiente, chaval. Aún así, Nikka, llámame cuando llegues. Sabes que a tus padres no les gusta que llegues muy tarde, así que no te retrases…

Se despide con un leve gesto con la mano y desaparece en la oscuridad de la calle.

-Y bien, Nikka, ¿Dónde vives?- Dice el joven.